En Ports County, el estado donde se desarrolla la historia, hay un letrero: «1280 almas». El sheriff, que gobierna allí, supone que el cartel indica el número de habitantes. Sin embargo, rápido el autor nos recuerda de qué va su novela cuando pone a un personaje a decir:

«El mil doscientos ochenta incluye a los negros, porque los leguleyos nos obligan a contarlos; pero los negros no tienen alma.»

Nick Corey es el sheriff y protagonista de esta novela. Es un hombre desesperante por siempre mostrarse falto de opinión y criterio. Te va a doler su indolencia; sobre todo, porque hay mucho dolor e injusticia en el contexto de racismo y violencia propios de un Estado sureño gringo en tiempos previos —tal vez, porque no es claro el tiempo de la novela— a 1964 (año de publicación del libro).

Nick enerva, estresa, incomoda… Siempre parece demasiado cansado para cualquier cosa y muy atento a cómo vivir una vida hecha de lo justo y con el menor trabajo posible. Es un flojo que piensa mucho, pero no piensa nada; su única motivación para investigar los asesinatos en Ports County es no perder el sueldo que recibe como Sheriff y la habitación con baño que le corresponde por beneficio laboral. Es un ser despreciable, al que seguirás, en primera persona, durante toda la novela.«1280 Almas» narra de manera atemporal la inmoralidad del racismo, la pobreza y la corrupción política, tan contemporáneas aún. Y es la corrupción lo que hace posible lo más fascinante de la novela. Sólo por ella aparece la maestría con que el autor nos desdobla a Nick Corey, para hacerlo dos cosas: un holgazán demasiado astuto, con intereses claros, al que odiamos y nos fastidia, que hará lo que deba para lograr su objetivo; y, al mismo tiempo, un hombre con un profundo sentido de la justicia, capaz de una sensibilidad y una inteligencia contrarias a lo que hemos supuesto de él. Dice y calla y no sabes si es un buen policía o sólo un psicópata con un corazón

De verdad, «1280 almas» es una novela que tiene uno de los personajes mejor hechos y más fascinantes con los que me he encontrado en todo lo que he leído. Creo que Nick Carter está en mi top tres de mejores personajes de la literatura (los otros son Nakata y Philip Marlowe). Quizá lo diré con varias novelas, y sonaré a recomendador de sección del espectáculo de noticiero o de programa de chismes, pero «1280 almas» de Jim Thompson es una de esas novelas que sí o sí hay que leer antes de morirse.