Los que saben de griegos dicen que allí la vida era algo más que placentera. Especialmente para los hombres: guerreros, políticos o filósofos. Su tarea a corto plazo era cumplir con su fin dentro y a beneficio de la sociedad, a plazo trascendente, preocuparse por un telos en ese mundo que no podía contarse en pasos o amaneceres.

La vida edénica dejaba tiempo para todo, particularmente para pensar el porqué del mundo al que quizá los griegos dieron respuesta en varios aspectos, pero en otros se quedaron en la mera especulación argumentada.

witch1Hipócrates, griego y médico importante (el juramento médico lleva su nombre) propuso la Teoría Humoral, que en resumidas cuentas definía los tipos posibles de temperamentos y personalidades. La teoría aseveraba que los rasgos de carácter estaban determinados por fluidos corporales: la sangre con el entusiasmo, la bilis negra con la melancolía, la bilis amarilla con la ira y la flema con la apatía. Lo que haría del ser humano una especie de calamar hidráulico que sentía a través de vejigas reguladoras e inundaciones controladas. Esta teoría perduró por siglos llegando hasta la edad media y declinando a comienzos del XIX. Sólo hasta la transición al XX se consolidaron nuevas teorías con respecto a la personalidad.

Dentro de los cambios de teorías una de las más importantes fue de origen literario. El libro de Stevenson: Dr Jekill y Mr Hyde, hizo tambalear la confianza que se tenía en la conciencia y en la solidez de la conducta humana. La obra expone las contradicciones presentes en toda persona, haciendo de la psique un ente escindido en bueno y malo.

De igual manera, Freud con su personalidad tripartita fue el tercer gran golpe para el prepotencia de la condición humana (el primero, el sol como centro del universo;  el segundo, el antecedente evolutivo en el mono) y consolidó una forma de entender la conducta humana concomitante con la naturaleza inicua que generalmente le acompaña. Tanto Freud como Stevenson elucidaron la otra cara, esa que la ilustración tanto se preocupó por evadir poniendo todo en mano de una racionalidad apabullante, que terminaría por desembocar en el cientificismo y la cosificación del hombre, pero es tema de otro día.

Y como no todo puede ser pobre elucubración, me voy de lleno con el interés de este post. De los personajes conocemos su lado público y ya que a todo el mundo le gusta el chisme, Proust hizo una obra grandísima contando chismes, voy a contarles comportamientos extraños de esos que por su trabajo han merecido nuestra admiración.

Empecemos con el escritor que le dio tanta madera para hoguera a Walt Disney: Hans Christian Andersen, de quien se sabe era hipocondríaco y lo afligían pesadillas. Solía llevar consigo una soga, para que en caso de incendio en el hotel que se hospedaba, pudiera escapar por la ventana.

No es secreta la pederastia de Charles Lutwig de Dodgson o Lewis Carrol, este diácono de la iglesia católica que solía cortejar y retratar a Alice Liddel (menor de edad), quien era hija del decano de la Facultad Cristiana donde Lewis se desempeñaba como bibliotecario. Alice es la  musa de su obra más conocida.

Durante un paseo en barco con la familia Liddel, Lewis improvisó un cuento: “Alices Adventures Under Gruond”, que sería de las primeras versiones de su Opus Magna. Los papás n0 vieron con agrado el gesto dulce y rompieron relaciones con el bibliotecario.

Pero Alice fue la más conocida, mas no la única. Doce años después conoce a Gertrude Chattaway, para quien escribe “La caza de Snark”, un poema que describe ”con humor infinito, el viaje imposible de una tripulación improbable, para hallar a una criatura inconcebible” (clic para leer Snark).

lewis-carroll-alice-pleasance-liddell-as-the-beggar-maidAdquiere fama como fotógrafo, casi todas las fotos de niñas disfrazadas o desnudas. Siete años después enseña lógica en el Colegio Femenino de Oxford donde conoce a Isa Bowman, musa de “Silvia y Bruno” una novela en dos volúmenes. Se dice que era un hombre encantador: ángel y demonio. Terminando su vida, abandona la literatura y predica en congregaciones infantiles. Nunca se le probó que mantuviera relaciones carnales con las niñas. Su sano pasatiempo de fotografía impúberes desnudas, en épocas actuales, le daría unos cuantos años de cárcel e incluso la muerte.

Charles Darwin, padre del evolucionismo, padecía trastorno obsesivo-compulsivo caracterizado por ideas recurrentes y rituales absurdos que no pueden controlarse. Era un hombre de lógica, así que antes de casarse con su prima Emma, escribió una listas de pros y contras.

En su diario en el apartado ”Marry” escribió ” Niños (si dios quiere): Constante compañía. Se interesan por uno. Objetos para amor y juego. En todo caso, mejores que un perro. Compañía: Alguien que cuide de la casa. Conversación familiar (chit-chat) y buena música. Benefician la salud. Se es forzado a visitar y recibir amistades, lo que es una terrible pérdida de tiempo. Los niños son compañía, sin ellos, se puede ir donde quiera.” Increíblemente, terminó casándose.

Charles Dickens, luego de morir su esposa Catherine, sostuvo una relación con Mary la hermana de su esposa, quien moriría en sus brazos, y luego con Georgiana otra de las hermanas.

Sigmund Freud podría haber basado todas sus reflexiones alrededor del comportamiento sexual en sí mismo, puesto que de  niño parece haber sufrido de constantes abusos sexuales. Tenía un miedo irracional al número 62 y a los helechos, además de estar obsesionado con el número 23 y el 28.

Víctor Hugo tuvo una vida familiar tormentosa y no era un buen padre. Su hija Adele perdió la razón y desarrolló un amor obsesivo por un militar que no le correspondió. Lo acosó por años, mendigó en las calles y murió como una mendiga loca.

El padre de la literatura moderna y creador del Ulysses, James Joyce, mostraba un caso clínico de coprofilia, documentado en cartas enviadas a su esposa Nora. A Joyce le excitaba verla defecar. (Clic para ver una carta, tomada de erroreshistoricos.com).

Herman Melville gustaba de las mujeres extrañas. Su primera esposa fue Fayaway, una aborigen de las Islas Marquesas que practicaba el canibalismo.

El autor de  “En busca del tiempo perdido”, Marcel Proust, para excitarse sexualmente torturaba ratones y le gustaba escuchar relatos de sacrificio a animales de caza. Viriginia Wolf, mantuvo una relación lésbica con su hermana Vannesa. En una cena ofrecida por su amigo Clive Bell,  Wolf conoce a  Vita Sacksville-West, con quien entre 1925 y 1929 sostuvo una relación amorosa, ella era casada. Se cree que un trastorno bipolar la llevó al suicidio en el río Ouse.

La idea de la enfermedad como forma propiciadora del arte deriva del pathetic fallacy, una idea romántica arraigada en las época de entre guerras de Europa. Se solía decir que sólo la enfermedad permite al artista tocar sus entrañas y volverse clarividente.

La enfermedad, física o mental, es un paroxismo que aguza la mirada introspectiva afilando la sensibilidad artística, podría ser una de las vertientes. Pero también puede ser que  una vida artística haga propenso a la enfermedad, empujando a que la hipersensibilidad febril se convierta en comportamiento extraño, transformando el trabajo artístico en un oficio anormal y perverso.